La decisión de llevar a cabo un álbum que interpretara las canciones de Violeta Parra, no se debió únicamente a nuestra gran admiración por esta sencilla pero genial compositora y folclorista. Tampoco fue la devoción que nosotros de manera entrañable por ella profesamos dada su conducta intensamente nacional depositada en una búsqueda casi arqueológica de lo auténticamente chileno.
En definitiva, quizá la razón más poderosa que nos indujo a la concreción de esta obra fue porque como grupo musical estábamos necesitando urgentemente objetivar, dejar plasmado y dicho en partitura nuestro propio pensamiento, nuestras creencias y valores, ¡nuestro lenguaje musical!
Siendo Chile una angosta faja de tierra, comprendido su ancho entre mar y cordillera, es evidente y notable la diferencia del hombre que vive cobijado por la cordillera y el marítimo. Sin embargo, este fenómeno lo llegamos a entender solo cuando desde Viña del Mar nos mudamos a Santiago. En realidad, fue allá donde comprendimos lo que significaba ser chileno. Por esa fecha nos vino a muchos un ataque de chilenismo acompañado de una persistente sed folclórica sudamericanizante. Reviviendo y sintiendo el pasado hicimos un tour histórico. Ubicados en el centro mismo del país, rodeados de las efemérides de la patria, transitando por aquellos lugares célebres donde en gran parte se había decidido el destino de nuestra república, caminando por senderos mapuches y nombres de caciques, creímos adivinar que los países eran sus capitales. No obstante, después preferimos pensar que las capitales son los anales de un país. Y vimos a Santiago como un archivo gordo donde se guarda todo, no solamente la historia de las batallas y las conquistas. También los recuerdos y las épocas quedaron impregnadas en las calles, en casas coloniales, en románticos paseos de adoquines, en pasados campos de batalla ocultos, ahora, por dorados trigales o amplios planes habitacionales. El pasado quedó plasmado en cimas donde bien se puede imaginar al toqui contemplando la amplitud del paisaje. Aquellos fantasmas tradicionales han grabado los troncos de los árboles en los parques, juegan y cantan con los niños en las escuelas y en las esquinas. La chilenidad camina a diario en los rostros de los hombres apresurados por la colación de medio día.
Con pinceladas costumbristas se nos revelaba el espíritu chileno, lo nacional, la historia de la Patria, el país, el terruño, la geografía caprichosa y sobre todo la cordillera creadora que desde sus majestuosas cumbres celestiales articuló severas extremidades y en un abrazo sinuoso delimitó el valle modelando una cuna matriz donde germinarían los hombres.
Nuestro pentagrama receptó la raigambre y entonó entonces un Chile todavía demasiado virtual para las nuevas generaciones. Rápidamente el canto épico y testimonial de tres grandes figuras se encarnaba, se hacía camino. Las voces de Gabriela Mistral, Pablo Neruda y Violeta Parra fueron felizmente asimiladas y así nos educaron para sabernos contenido de un continente antes a la deriva (por lo menos a partir de la Conquista). Al fin el timón era maniobrado por manos dulces y sabias. Los jóvenes podrían reconstruir un mapa de ruta que señalaría el camino más fiel hacia el corazón continental. Era sin duda una larga trayectoria, repleta de senderos y campos vírgenes. Era un mito subyacente que afloraba como pensamiento a la superficie del desconcierto urbano.
Se actualizaba en nosotros el ser americano. Reconocíamos la maternidad de una tierra a la que se le había coartado su injerencia en el transcurso de la historia. Se había preferido buscar la muerte por la ambición y la guerra, antes que reconocer aquellas tierras como vertiente de vida y sustento de inspiración. Y, sobre todo, por hacer de la mente humana el centro del universo, se mantuvo en el destierro cultural una de las claves más importantes del pensamiento americano: el nombre sagrado de Pacha-Mama (Madre-Tierra). La Pacha-Mama descendería a las ciudades para develar su verdadera identidad. Esta consagración de la tierra integraría hombre y cosmos, ya no por cálculo de probabilidad ni por sofistas filosofías sino por naturaleza. Por los alimentos nos será entregado el sabor de la vida. La tierra no será únicamente una plataforma para contemplar con melancolía las estrellas lejanas. La Tierra deja de ser quimera y tanto como sus hijos, los hombres, se entrega modestamente a la danza de amor de las constelaciones.
En la epopeya de los pueblos americanos, actualmente la imaginación juega un papel muy importante si se trata de rescatar, como un etnólogo, un auténtico pasado, un verdadero presente y un futuro mucho más transitable para los que vendrán.
En el álbum OBRAS DE VIOLETA PARRA canalizamos todos estos sueños, lenguaje, descubrimientos tanto musicales como poéticos y filosóficos para que felizmente con los más de 30 años ya transcurridos, hoy día este trabajo esté considerado como uno de los más significativos e inspiradores en la extendida lista de creaciones de Los Jaivas.
Muchos fanáticos consideran que éste es el disco en donde mejor se preserva el llamado “sonido Jaiva”: una perfecta fusión entre todos los estilos que el grupo mezclaba en sus creaciones, entre el rock progresivo y el folclore latinoamericano que siempre habían apreciado. Siguiendo la aproximación que la misma Violeta utilizaba para adoptar sus estilos musicales, el grupo realizó sus propias interpretaciones de los temas, modificándolos, extendiéndolos a largos trozos de improvisación en donde mezclan guitarras eléctricas con trutrucas, creando pasajes de gran belleza y elaboración.
Es así como los temas “El Gavilán” y “Run Run Se Fue Pa’l Norte” son grabados como instrumentales, a pesar de tener letras en sus originales, acentuando con los arreglos musicales los sentimientos expresados por las líricas; “El Guillatún”, “Arauco Tiene una Pena”, “Y Arriba Quemando el Sol” y “En los Jardines Humanos” son temas de largo aliento, dando lugar a improvisaciones e intrincados arreglos, y “Violeta Ausente” y “Un Río de Sangre” pasan a su máxima expresión con un folclore ejecutado de manera fina y precisa.
En el arte del disco se reproducen dos citas que pueden ayudar a entender el proceso. En primer lugar, se extrae un texto de Violeta que señala: “Escribe como quieras, usa los ritmos que te salgan, prueba instrumentos diversos, siéntate en el piano, destruye la métrica, grita en vez de cantar, sopla la guitarra y tañe la corneta. La canción es un pájaro sin plan de vuelo que jamás volará en línea recta. Odia las matemáticas ama los remolinos.“
Los Jaivas señalan: “El espíritu de cada canción donaba un gran panorama geográfico y un vasto paisaje del alma. Eso hacía que nuestros instrumentos fueran pintando, describiendo aquellos jardines, profundizando en el corazón de la tierra, y que nos impulsaran hacia territorios universales“.
Éste es el último disco de estudio en el que participan tocando simultáneamente los cinco Jaivas originales en todas las canciones.